martes, 14 de marzo de 2017

ÁNGEL PARRA


El pasado 11 de marzo nos dejó el gran Ángel Parra.

Hijo de la imprescindible Violeta, magnífico cantautor, conocedor de las raíces musicales de su tierra y constructor de un canto nuevo... 

En fin... ¡¡¡Se podría decir tanto sobre Ángel!!!

Yo tuve la suerte de cruzármelo en mi camino en varias ocasiones, de compartir con él algunas tardes de charla y paseos por el casco antiguo de Barcelona, donde le hice varios retratos.

Uno de ellos, de la sesión que he puesto en esta entrada, apareció en la contraportada de su CD Corazón des Andes, editado en 2001.

Un gran disco. 

Todo un honor para mi participar en ese trabajo de Ángel Parra.

A principios del siglo XXI, el periodista Omar Jurado y un servidor, andábamos preparando un trabajo sobre Víctor Jara que nos llevó a viajar a Chile en varias ocasiones.

Este trabajo se tradujo en dos libros: El Chile de Víctor Jara, que se editó en el 2003 en Chile por la editorial Lom, y Víctor Jara. Te recuerda Chile, que se editaría ese mismo año en el Estado español por Txalaparta.

Para ambos libros, Ángel Parra nos escribió una carta para su querido amigo Víctor.

Si ya en el año 87 Ángel había hecho pública una emotiva y sentida carta dedicada al trovador chileno asesinado, para nuestro trabajo, en el 2003, el hijo de Violeta Parra escribió estas palabras:

Querido Víctor;

Cuánto tiempo hace que no te escribo, el tiempo pasa como ventolera. Seguro que no es necesario que lo haga. 
Las noticias importantes las conoces antes que yo, pero es bueno, por lo menos para mi, que te diga que pasé por tu nueva casa, frente a la plaza Brasil.

Plaza, por cierto, que me trae recuerdos de infancia. 
Hacíamos, con otros niños, juguetes de deshechos, alambres, tarritos de conservas y un par de ruedas de palo.
Poníamos un cabo de vela y sin concursos ni competencias nos lucíamos orgullosos con nuestras creaciones.
Fue allí donde escuché por primera vez el término dar la vuelta del perro, que para nosotros consistía en ir por la calle Compañía hasta Cummings para subir por Catedral hasta la plaza Brasil, sin que se apagara la vela, justo al frente de tu nueva casa.

Esta preciosa. Mucha gente que te quiere se reúne, canta, baila, crea. 

Está abierta y disponible.
El día de la inauguración estuve presente y ausente.
Presente porque estuve con Joan, Amanda y Manuela, que preparaban un sabroso asado.
Ausente porque me volé de repente al escuchar a los cantores populares que presentaban a otros cantores, diciendo cuartetas, décimas.

De nuevo la memoria me hacía ausentarme.
Nos veo a ti y a mi en la casa de palo, así llamábamos a la casa de Violeta.
Veo a mi madre haciéndonos ensayar el duelo del Mulato Taguada y Don Javier de la Rosa, cada uno en su personaje a dos guitarras, Tornadas maulinas, Doña María le ruego y carcajadas grandes y limpias.

Creo que ya tenías el Montgomery verde.

La dirección era Manzana 14, sitio 22. ¿Te recuerdas?. Hoy es Segovia 7366.
Me imagino por Don Andrés. Alguna vez me acompañaste a desviar las aguas del canal que pasaba frente al Café Mattern, para regar el modesto huerto que la Violeta insistía en hacer crecer.
Porque nunca estuviste ausente, mis hijos te quieren y te respetan. Isabel te recuerda con ternura. 

Si me pidieras que te hiciera un balance, te diría que el ser humano no cambia, sigue tropezando en la misma piedra.

En la población La Pintana la semilla que plantamos juntos crece a pesar de los pesares.
Hay razones para ser optimista. 

Como no pude sacar la introducción de Te recuerdo Amanda le pedí a mi hijo (tremendo músico), quien ha hecho no un arreglo, como se dice, si no una creación. Te gustará. Estoy Seguro.

Se van a cumplir treinta años, la justicia tarda, pero llega. Vendrán los homenajes, tú ya sabes.

Yo en París. es invierno y está nevando. 

Alegría: liberaron a Sybilla Arredondo, bella como siempre.
¿Te acuerdas en la librería universitaria?.

Esta nieve, por cierto, me pone nostálgico de otros tiempos, por eso, tal vez. me puse a escribirte.
Mi mujer abre la puerta y entra el sol con ella. 

No hay tiempo para estar triste, los hombres justos de la tierra siguen y seguirán trabajando por la justicia, el amor y la paz.
Si no nos sorprende el viaje definitivo, será con una mirada y una sonrisa, hermosa como la tuya, como jamás la tendrán nuestro enemigos.

Te mando estas letras con el periodista Omar Jurado y Juan Miguel Morales, cazador del brillo de los ojos.

Hasta pronto en la plaza Brasil.

Un abrazo.

París, 6 de enero, 2003.


Gracias Ángel.
Nos vemos pronto.

2 comentarios:

  1. Joooo....hermosa entrada!
    Precioso homenaje y traspasa.
    Es triste una despedida...pero queda la satisfacción de que pasó por aquí haciendo crecer a quien lo conoció.
    Muy bonito, Juan Miguel. Fui a buscar ese libro y volví a leer esa carta.
    Un besazo, cazador del brillo de los ojos.

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